lunes, 27 de enero de 2014

La sombra acechante

Hay, en mi voz, perdida en tus ojos
una sombra
tan negra, tan vacía.
Me dije mil veces no volverte a escribir
y acá estoy, llorándote letras
pensando qué estarás haciendo.
Juré, en noches frías de tu ausencia,
no volver a caer en tu sonrisa.
Pero el recuerdo, como un mar embravecido
me lleva una y otra vez a tu lecho
a tus manos
a vos.
No encuentro ni quiero encontrar
motivos para seguir
si vos sos, y tan solo sos,
una sombra que asecha mis pasos
si sos el recuerdo
del recuerdo
del recuerdo.

Y ahora sigo aquí,
ebrio de dolores que no sé calmar.
Pensando qué será de vos
y si volverá a haber un nosotros.
Me calmo.
Sigo.
Y veo al cuervo, al que le pregunto
si volverá a haber un nosotros
y tan solo me dice “Nunca más”.

El cuervo se vuelve una sombra.
Tu voz se vuelve una sombra.
Tus manos se vuelven sombra.
Tu esencia, tus reproches, tus angustias
tus histerias, tus lágrimas vertidas…
todo se vuelve sombra.


Y la sombra me acecha.

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