Misántropo, pa.
(Del gr. μισάνθρωπος).
1. m. y f. Persona que, por su humor
tétrico,
manifiesta aversión al trato humano.
Definición de la RAE
Pienso (mala costumbre que aprehendí),
sobre mis relaciones sociales. Pienso y medito. Medito y pienso. Y pienso también
sobre las relaciones entre otros con otros. Pienso en el mundo, en la sociedad,
en el hombre. Quizá, deba empezar de lo más pequeño, a lo más grande, para
poder proceder a mi defensa.
El hombre es caos en su estado más
puro. El hombre presenta una dualidad de almas, de espíritus, de esencias, al y
al cabo. Dentro de su ser fluye el caos a ríos, a mares. Nosotros sólo somos un
mero camino de transición. No somos más que eso. Somos cuerda tendida sobre el
vacío, uniendo a lo bestial, de lo divino. Nos disfrazamos de cosmos, de orden,
y somos caos, completo y voluptuoso caos. Derrochadores de sexo, lujuria,
despotismo, excesos, perjuicios… eso es el hombre. El hombre no es un ser de
luz, el hombre busca serlo. Y de eso se trata la vida, de buscar la perfección.
Perfección que no existe. Teniendo en cuenta este concepto sobre el hombre, la
definición de sociedad, no es nada extrañable. Teniendo en cuenta cómo se
desenvolverán las sociedades, el porvenir de nuestro mundo no es nada
sorpresivo.
Entonces, yo medito y pienso. Pienso
y medito. La misantropía no es algo tan aberrante. El hermetismo social es lo más
sano que puedan practicar algunos individuos. Y sí, sólo algunos. Salvarse es
una opción. Si todos sucumbieran al hermetismo social, no habría relaciones, si
no hubiere relaciones, no habría sociedad. Y el mundo colapsaría. Por eso es
menester que algunos sean los redentores que se sacrifiquen a relacionarse con
la sociedad, mientras otros pocos deciden salvarse de todas las infamias que la
sociedad acarrea.
Pero, luego de meditar y pensar,
caigo a la conclusión de lo siguiente. Uno se aleja de la sociedad, de las
personas, para salvarse del caos de éstas personas. Pero ¿quién nos salva de
nuestro caos, nuestro propio y malhechor caos interno? Como toda elección nos
plantea dos caminos. Por un lado tenemos la austeridad, la soledad y la introspección,
buscando el equilibrio interno bajo el avizor ojo y mano propia (o la eventual
presencia de alguien); o bien, por otro lado, podemos convivir insertos en la
sociedad, fundiendo nuestro caos con el de otros.
Dejo mi caos, mi furibundo y
tempestuoso caos, a mi encargo y al de ella, cuyo caos también es enredado y
oscuro.