domingo, 30 de octubre de 2011

El enamorado y su muerte



        Y ahí estaba ella, esperándolo a él.
            Y ahí estaba él, esperando a otra mujer.
               ¿Qué podría entender la muerte de amor?
                   ¿Qué podía entender el hombre de muertes?
               Y la Dama de fríos labios, de sueños perdidos
           lo ve y sueña con el momento de tenerlo
        -Mío serás- un día le dijo- tu vida me pertenecerá
           -Mi vida dueña ya tiene- le respondió
               -Tonterías- mientras una lágrima negra
                   por sus ojos brotaba y con desespero corría.
        Llevarlo un día intentó, pero su necromancia
           con aquel cuerpo pueril y joven no resultó
               -Mi vida ya no es mía.- le objetó aquel muchacho-
                    Ella se la bebió en cada beso, en cada abrazo.
        Ella tomó lo mejor de mí, y dejó sólo el cuerpo
           de este que te habla, dulce Dama Blanca.
               -Te esperaré.- balbuceo, perdida en sombras.-
                   Algún día tu corazón por ella dejará de latir
        y comenzará a aullarme, para que calme su dolor.
           Y pensaré que si ese corazón fuese mío,
               dolor ya no tendrías, porque todo en ti calmaría.
                   -Mi corazón dejará de latir cuando el
        de ella se aferre a la frialdad de tus brazos.
           Quizás lo que a la Dama Blanca
               le hubiese faltado saber, es que sus corazones
                   seguirían latiendo, no importe la distancia
        no importe el tiempo, el lugar o quién se interponga.

viernes, 28 de octubre de 2011

La Espera

“Esperar que ella vuelva
y le diga acá estoy mi amor
no existe el olvido,
acá estoy mi amor de vuelta
he venido
¿Lo puedes creer? no existe el olvido mi amor
No existe...”
Los Tipitos
-Campanas en la Noche-
 
            El silencio deambula descalzo por los corredores. El rumor de los pasos de
 alguno de esos hombres de blanco le llega a su habitación. Pero a él nada le 
importa. Su vista sigue clavada en el horizonte… y espera.
               Hace un tiempo que sus lívidos ojos escrutan continuamente el horizonte. 
Las esperanzas de apoco se apagan, pero una duda lo motiva para volver 
a mirar: ¿Y si volviese?
               Vio el sol nacer tantas veces como a la luna morir. Y ella no vuelve. Pero 
la esperanza es lo último en perderse. Las estaciones cambiaron. La primavera 
mutó en invierno. Las nieves crecieron, los pastos reverdecieron. Pero él sigue 
inmutable, ahí, frente a la ventana. 
               Y los hombres de blanco le hablan. Le dicen cosas que él se rehúsa 
a escuchar. Agita la mano, esparce a los hombres y a sus palabras, sin
 despegar sus ojos de la ventana, en silencio mortal.
               A lo lejos suenan campanas. Campanas que cortan la noche.
 Campanas que le recuerdan a ella. Y vuelve la noche. Silenciosa, como
 siempre. 
               Y el rumor de una muerte le llega a sus pensamientos. Pero él se
 niega a creer. Mas el rumor arremete. Él aparta los ojos unos segundos. Se
 toca el pecho, siente su corazón latir. Recuerda por quién late. Y, nuevamente,
 vuelve a mirar al horizonte.
               ¿Qué era el olvido para aquel hombre? ¿Qué era el tiempo para él? 
Tan solo palabras vacías de aquellos hombres de blanco. 
               Y llega la mañana. Alguna que otra mujer viene. Exasperado mira, quizá
 sea ella. Pero ha desperdiciado un valioso minuto para mirar por el horizonte.
 Escucha lo que le dicen, se toma su matecocido y su pan, aun con la mirada fija
 en el horizonte. Hace oídos sordos, y sigue mirando.
               Y la noche danza descalza. Y el olvido es tan solo el sueño de un lunático. 
Y cada segundo es una eternidad, sin ella, mientras espera. 

Mascarada


Hoy vi una mascarada. Máscaras de amor. Máscaras de odio. Máscaras de miedo. Máscaras de valentía. Máscaras tenebrosas o impolutas de grandeza. Hoy vi gente con máscaras.
         Porque es necesario ocultarse tras las máscaras. Máscaras de rojo carmín. Máscaras de color oro. Máscaras de plata y ópalo. Máscaras que protegen a quien las usa. Máscaras sublimes.
         Porque todos llevamos una. La usamos cuando en aprietos estamos, o cuando algo ocultar queremos. Porque hoy vi gente aterrada, tras máscaras de valentía. Porque hoy vi gente nefasta debajo de máscaras angelicales.
         Porque hoy vi a Nerón tras las máscara de Gandhi. Porque el mal, viste de rojo, y danza entre nosotros, disfrazado, a simple vista, y oculto con la más burda simpleza. 
         Porque las palabras, los actos, también son máscaras.
         Rostros artificiales, de fauno o de ninfa; de minotauro o de Teseo.
         Rostros de papel, tan endebles, tan formidables. Tan llenos de sombras. Tan llenos de luz.
         Y en esta mascarada artificial, donde te puedes ocultar hasta de tus amigos, todo vale. Porque nadie realmente te conoce. Porque nadie es quien dice ser. Porque todos ocultan su faz. Porque todos ocultan su verdad. Porque es más fácil huir por los callejones de la mentira, que sobrellevar la cruz de la verdad.
         Y en esta mascarada artificial, de amores y de odios, de barruntos miedos, de simples corajes, todo es distinto a como lo conocemos.

Aquél ánima


Aquél ánima que viajaba
perdida entre el tiempo
y entre sus deseos
jamás conoció del amor
y esa fue su suerte y su pena

Aquél ánima que se refugió
perdida entre calles
vacías y frías de recuerdos
de sentimientos frustrados
de muertes vividas

Aquél ánima que vivió fugaz
entre la sombra y la luz
a la espera de que alguien
por fin se de cuenta
de su capacidad de amar

Aquél ánima que lloró lágrimas
negras de dolor de tormentos y de cóleras
mas hoy esta ánima conoció
otra ánima perdida
que guarda luz y perfección

Aquél ánima
hoy me mira desde el espejo

miércoles, 26 de octubre de 2011

Si usted...


Si usted se me acerca, no sé que sería de mí.
Quizá desfallezca en el mismo instante
que arriesgue mi vida y mi cordura por rosar
aquellos labios de jazmín y veneno.
Si usted no me mirara, sentiría que me falta
aquella magia celeste de sus ojos de almendra
aquella dulzura implícita en sus ojos
que son flores, que son cielo, que son alma, que son todo.
Si usted me besara, mi alma se derrumbaría
y se haría añicos bajo el peso de sus imperfecciones
porque es que en usted logro ver lo perfecto
es que en usted puedo ver lo que añoré.
Si usted decidiera irse me daría cuenta
de lo errado que estuve en haberle dado
todos aquellos sueños, bordados en plata y oro
todo este amor, que desconoce de límites
todo esto que por usted siento y aquí le digo.
Si usted decidiera irse… pues bien
no sé que sería de mi.

viernes, 21 de octubre de 2011

Sangre


Si tiñera estas letras 
de rojo sangre, sería
una redundancia innecesaría
E. Nygma  

Y corre en alocado frenesí
abriéndose paso en la noche
una bestia desenfrenada
de amor y tristezas desencadenadas.

Es revolución de palabras y sentimientos
de libertades y nuevos pensamientos
que corren de vos hacia mi alma
de mi alma por mi sangre.

Sangre pujante fuerte y pueril
de amores crecientes y nacientes
de recuerdos aletargados y agónicos
y dolores taciturnos destinados a morir.

Sangre plagada de sentimientos
de amor creciente y mortal
que toma y se apodera de mi carne
mi mente, mi alma y mi ser.

Sangre que pronto verteré
por dar lugar a sangre nueva
sangre que me de vida
vida que es para vos.

jueves, 20 de octubre de 2011

Despabílate Amor


 De Mario Bendetti
Bonjour buon giorno guten morgen,
despabílate amor y toma nota,
sólo en el tercer mundo
mueren cuarenta mil niños por día,
en el plácido cielo despejado
flotan los bombarderos y los buitres,
cuatro millones tienen sida
la codicia depila la amazonia.
Buenos días good morning despabílate,
en los ordenadores de la abuela ONU
no caben más cadáveres de Ruanda
los fundamentalistas degüellan a
extranjeros,
predica el papa contra los condones,
Havelange estrangula a Maradona
bonjour monsieur le maire
forza Italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días
good morning Hiroshima,
despabílate amor
que el horror amanece.

Yo creía


Lo que yo creía cambió al conocerte
no negaré que yo creía al mundo amplio
que la brisa era un susurro
que la primavera era solo una estación
que el mar era solo un cúmulo de agua
que un abrazo era solo un abrazo.
Y yo creía que entre dormirse y despertase
no había diferencia
que la rutina poco a poco me consumiría
que el tiempo es exacto.
Pero después de conocerte, entendí
que el mundo es diminuto y está en vos;
que la brisa es mi susurro diciéndote "te quiero";
que la primavera y el estallido de las flores
está en cada beso tuyo;
que un abrazo es que te sostengan por dentro.
Y que dormirse es buscarte en sueños
y levantarse es soñarte despierto
que la rutina ya no existe
y que el solo hecho de saberte existente
altera el flujo del tiempo.
Yo me creía libre, y ahora
 soy prisionero de tus palabras.

lunes, 17 de octubre de 2011

Piedras



-¿Piedras, dice?
-Sí, aparecen de la nada en mi bolsillo.
-¿De la nada?
-Bueno… sí. O al menos me parece que es “de la nada”
-¿Es en cualquier momento del día?
-No. Eso también es extraño. Aparecen cuando camino, haciéndome peso. O cuando estoy en casa, limpiando, cocinando, planchando, en fin, pensando.
-¿Mucho peso?
-Bastante, diría yo. Pero lo extraño es que el peso no lo siento en los bolsillos, lo siento en el pecho.
-¿En el pecho, dice?
-Claro. Es algo extraño.
-Ya así lo creo. ¿Piensa demasiado usted?
-¿Qué pregunta es esa?
-¿Lo hace o no?
-Más de lo que debería.
-Evite darle doscientas vueltas en su mente a los asuntos y dejaran de aparecerle piedras.

domingo, 16 de octubre de 2011

Brisa de primavera


Y del bosque sale 
   taciturna y tibia
      esa brisa primaveral
        que te deposita frente a mi
      y caen líquidos y sedosos
    tus cabellos de noche oscura
  y de tus ojos escapa un brillo
que enceguece y enamora
           
Y la brisa me envuelve
   y eleva en dulce vuelo
      y lejos veo la tierra
          pequeña y diminuta,
     por momentos oscura
   pero tu belleza que es luz
 perfecciona cuanta
     perfección alcanza

Y danzando por el aire
     la fragancia del tilo
         del azahar y de tus besos
            la dulzura que el alma llena
        y aquella magia de tus manos
    de la primavera y del estallido
de flores y bellezas
    envuelve y toma de mi sangre
       la vida que se escurre entre mis venas
            que deja de ser mía, para ser
                 del mundo, de la primavera y tuya

sábado, 15 de octubre de 2011

Entendí


Entendí que a tu lado el tiempo colapsa
en un sinfín de segundos dedicados a mirarte,
que el tiempo es en verdad relativo
que un segundo una hora o una vida
no me alcanzaría para terminar de mirarte
de comprenderte y quererte.
Entendí que era necesario sufrir
porque al fin del camino estabas vos,
y si esto no progresa y muere esta tarde
por lo menos me habrá alcanzado
por poder haber rozado
aquellos labios lejanos y mortales
aquellos labios que redimen mis penas
y matan mis dolores.
Entendí que por tus ojos desfilan
inacabables bellezas que jamás entenderé
porque jamás he podido detenerme
a observar transitar aquella primavera en un otoño
aquellas flores de invierno que tus ojos parecen.
Entendí que tu belleza no solo radica en tu faz
sino en tu intrincado interior, envuelto en sombras
y alegrías y otro tanto de cosas que muero por descubrir.
Entendí que te quiero
 y que te voy a empezar a necesitar de ahora en más.


viernes, 14 de octubre de 2011

Te amaré

De Silvio Rodríguez


Te amaré, te amaré como al mundo
Te amaré aunque tenga final
Te amaré, te amaré en lo profundo
Te amaré como tengo que amar.
Te amaré, te amaré como pueda
Te amaré aunque no sea la paz
Te amaré, te amaré lo que queda
Te amaré cuando acabe de amar
Te amaré, te amaré si estoy muerto
Te amaré al día siguiente además
Te amaré, Te amaré como siento
Te amaré con adiós, con jamás.
Te amaré, Te amaré junto al viento
Te amaré como único sé
Te amaré hasta el fin de los tiempos
Te amaré y después te amaré.

jueves, 13 de octubre de 2011

Viviré


Viviré porque la sangre quema
porque no hacen falta demasiados
motivos para vivir si te tengo junto a mi.
Viviré, superándome a mi mismo
viviré impasiblemente enamorado
viviré aferrándome a mis pensamientos
viviré construyéndome sueños
viviré por la necesidad de tenerte
por lo que me importás, solo por eso quiero vivir.
Viviré cayéndome y levantándome
llorando y riendo, recordando el pasado
viviré en el límite del amor y la locura.
Viviré para mirarte y aprenderte
para reconocer tus gestos y lo que pensás
incluso antes de que lo hagas.
Viviré…
Viviré por vos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Infancia y Adolescencia


Entre textos y colores
fibras y crayones
témperas y dolores
mi infancia se fue

Entre Borges y Neruda
Cortázar y otro más
mi adolescencia se va
y lejana me ve

Entre Mussolini y Perón
entre Hitler y la Revolución
mi vida se duerme
con gente que murió

Entre lo que fue
lo que no sé si es
y lo que planeo que será
se pasa mi adolescencia

Y mientras pasó
con gente que jamás conoceré
el mundo volvió a cambiar
se volvió a achicar

Y Thales y Pitágoras
y algún otro infeliz que se dedicó
a arruinarme este trámite
que llamamos secundaria

Y en este mundo nuevo
de algoritmos y muertos
los vivos me decepcionan
o me hacen amarlos

Y en este trámite de secundaria
conocí la gente más hermosa
y más cínica que alguna vez
tuve el atrevimiento de imaginar.

Día a día


Día a día se pronunció tu distancia
Día a día se acrecentó mi desconocimiento
De ese cuerpo que creía amigo
Ahora solo me pregunto qué nos pasa

Día a día me acerqué a vos
Día a día me empujaste de tu lado
Día a día te fui importando menos
Y ahora me pregunto si realmente te importo

Si fuimos amigos mientras te duraron los dolores
Si me acompañaste cuando cayó la noche
Si traté de brindarte todos mis colores
Y ahora, me dejás de lado, como trapo viejo

Pero quizás, y quiero creerlo así
No te fuiste dando cuenta
De que día a día te fui amando más
Y que día a día te fui importando menos.

domingo, 9 de octubre de 2011

Perrito mío


 Esto me lo contaron cuando
yo era muy pequeño. Fue mi
motivo de desvelos (por ende, de miedos)
durante gran parte de mi infancia.
Espero que les guste.
E. Nygma

No era habitual que Tomás pernoctara a esas horas. Su cuerpito, de apenas ocho primaveras, se fatigaba con facilidad, y por eso a las diez de la noche, a más tardar, se dormía.
         Pero aquella noche de gélido invierno el viento lloraba en el patio de su casa. Lanzaba gritos desesperados unas veces y otras embestía, con esas fuerzas dignas de la naturaleza, las ventanas del niño. Con tanto ruido y tanta soledad, era de esperarse que Tomás no conciliara el sueño.
         Sacó esas piernas flacas y pequeñas, de su tibio lecho y, a oscuras, sus piecitos buscaron las pantuflas. Tenía frío. Por su espalda corría un escalofrío continuo y los pelillos de su nuca se mantenían erizados. Abrió su puerta despacio, para no hacer ruido y molestar a papá y mamá. A esa edad aun nos importa no molestar a papá y mamá. La primera imagen que recibió al abrir la puerta celeste de su cuarto, fue la del reloj del comedor. Las dos y media. Tomás despacio, arrastrando los pies, se encaminó al baño. Es increíble, pero muchas veces, cuando uno se acuesta, y no se puede dormir, no sé por qué, surge la imperiosa necesidad de ir al baño.
         Al salir del baño, recorrió con la mirada ese desierto y vacío comedor, no había nada. Salvo Fido, su rubio labrador. Se golpeó las piernas con las palmas abiertas, sonido el cual le indicaba a Fido que le haga compañía. El labrador se levantó presto, y corrió a la compañía de su joven dueño. Tomás acarició la cabeza del perro, y se dispuso volver a su cuarto. Casi trotó. En su interior se agitaba ese sentimiento, que nos embarga a la mayoría de las personas en esa edad, de que alguien nos mira o que hay alguien más en esa sala donde solo estamos nosotros, nuestros gritos de auxilio balanceándose en nuestros labios y nuestro miedo. Ahora eran solamente dos: Tomás y Fido.
         Entornó despacio su puerta, dejándole una hendija para que Fido se escape a la hora que quiera. El sistema era fácil y ya practicado: Tomás se acostaría en su lecho y Fido bajo este. Si el niño sentía el desamparo de la noche bastaría con bajar su mano para que su mascota la mime y lama.
         Las ventanas se golpeaban desesperadas y afuera el viento se arremolinaba feroz e inclemente. Pobre del alma que afuera estuviese. Pobre del alma que adentro durmiese.
         Cuentas, mapas, Colón, fracciones, la cursiva y la imprenta, las provincias. Parecía que el viento que afuera arremolinaba hojas muertas adentro (de su cabeza) arremolinaba ideas bastantes vívidas.
         Fuera de su puerta se extendía un pasillo, en una punta el cuarto de sus padres, en la otra el baño. Frente a la puerta: el comedor. Traspasando el comedor y su puerta, la calle fría y hostil.
         Hay noches que prestan a la maldad, a la locura. Será por la plateada luz de la luna, o por aquel melancólico viento que llora sus penas, o porque algún lunático decide dar un paseo.
         Por el pasillo que antes les comentaba, se escucharon los pasos de papá. Esos pasos eran inconfundibles. Eran pesados, aciagos, lentos. Pero, esta noche, papá caminaba suave, como si por fin, quisiera no molestar a los que duermen… o a los que tratan hacerlo.
         Tomás dejó caer lánguida su manito, acariciando el hocico de Fido, pidiéndole, en silencio, de sus cariños. El perro no lo dudó y acudió a su amo, repleto de amor, de caricias y, sobre todo, de baba.
         -Perrito mío,- pensaba Tomás­­- ¿cómo haría para dormir si no te tuviese?
         Papá, suavemente, caminaba por la casa. Él tampoco podía dormir. Fido dejó la mano del niño, para escabullirse por la hendija de la puerta. Tomás buscó el reloj de su pared. Las tres menos cinco. Se dio medio vuelta, puso su retoña cara frente a la pared y se forzó por conciliar el sueño. Nada. Y ese maldito viento que seguía sembrando miedo en el niño.
         La puerta se volvió a abrir. El perro volvió, vaya a saber Dios que había ido a hacer afuera. Nuevamente se metió bajo la cama. En respuesta a esto, Tomás dejó caer su mano. Húmedas, pero seguras, las caricias llegaron.
         Las tres de la madrugada y su vista clavada en el cielorraso. Y su mano caída con languidez mortal. Aparentemente, papá ya había conseguido el sueño. Qué envidia.
         Quitó su mano, la secó con la sábana y la guardó, pegadita a su pecho. Sus ojos se balancearon, prontos a dormirse. Fido se arrastró y salió. De reojo Tomás vio como la puerta se entreabría de nuevo.

         Lo había logrado. Pero tan solo por diez minutos. Nuevamente le urgía ir al baño. Repitió su fría rutina: sacar las piernas, buscar a tientas las pantuflas y encaminarse al baño. Al salir de su cuarto sintió un frío inusual. Corría una brisa helada por el comedor, que ya no estaba tan desierto. La puerta de calle dejaba entrar un fino hilo de luz, “Papá se olvidó de cerrarla” pensó el niño. Su piecitos decididos caminaron su recorrido. Con urgente determinación entró al baño.
         Frente a él yacía el cuerpo, amedrentado, de Fido. Un grueso corte le atravesaba la panza. Sus vísceras estaban esparcidas por el suelo, sobre la alfombra. En las cuencas del labrador faltaban los ojos, sólo un fino hilo de sangre, se escurría por el hocico. Por las piernas, delgadas y pequeñas, de Tomás, corría algo caliente y líquido. Tras él, una sombra, alta, desgarbada y helada, musitó unas palabras, mientras alzaba su diestra. El cuchillo resplandeció, lanzó al aire un brillo de muerte.
         -No solo los perros lamen los dedos ¿Sabías?
         -Perrito mío…
         Las palabras de Tomás se escaparon de su boca. Ahora, el líquido, carmesí y cálido, corría de aquella garganta profanada.