jueves, 2 de mayo de 2013

Imaginarium: Camino a casa.

Todos los días camino de la estación de trenes a mi casa. Con voluntad de exagerar, puedo decir que son diez cuadras. Mientras camino me gusta (o necesito) imaginar historias de la gente con que me cruzo. Esa gente gris y vacía que camino al lado mio.

Hace casi seis meses que todos los días, o día por medio, me encuentro con una muchacha de no más de 20 años. Camina con sus amigas, vestida con jeans y ropa de colores calmos. No sé quién es. Bueno, en realidad sí. La bauticé Paz. No sé por qué, quizá por su pelo rubio o sus ojos claros. Pero lo cierto es que no tenía cara de Romina, de Esther o de Clara. Tenía cara de Paz. 
Me gusta creer que Paz tiene entre 18 y 20 años, que viene de estudiar. Me gusta creer que está soltera, lo cual personalmente me es indiferente porque no la encuentro atractiva. Pero aun así, me gusta imaginar su vida. Me gusta recrear su vida en mi mente, jugar a ser Dios en ocho cuadras. 
Imagino, también, que sus amigas son compañeras de estudios, con las que se lleva bien, pero a veces discute. Una tiene cara de Claudia y la otra de Daniela. Paz tiene un hermano, Gabriel o Agustín o Benjamín, también de ojos claros. 

Me gusta jugar y creer en historias que no existen. O quizá no existan. Aunque, a decir verdad, existen en mi cabeza. Quizás Dios juega a lo mismo que yo, quizás a él le divierta tanto como a mí pensar en la vida de las personas. Quizás Él sea el Gran Guionista y nosotros meros actores, al igual que Paz, quien no existe pero sí. Y cabe preguntar si nosotros existimos en verdad, o somos el pensamiento de Él, o el pensamiento de Su pensamiento (así como Paz es un pensamiento mio). 


Lo cierto es que Paz me cae bien, aunque nunca pueda decírselo cara a cara. Me gusta que esté estudiando para psicóloga y que su familia sea tan cariñosa con ella. Me gusta imaginarla. A ella y a todos.

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