jueves, 8 de marzo de 2012

Poema 45


Susurros desdichados
y palabras vacías
acarician nuestro adiós.

Hay un tibio bullicio
un llanto que merma
en tus ojos de nácar
en tu cuerpo de marfil

y un brazo que se agita
y bebe del nepente de las olas
apaciguando el dolor
olvidando las angustias.

Pero un así no podemos
dejar de llorar nuestras partidas
de esta casa, de este amor, de esta familia.

Jamás la sal curará
esta alma herida
este corazón moribundo
que deja en su estela
un breve sinfín
de canciones, llantos, risas
algunos duendes
y un par de fantasmas
que retozan en los pupitres.

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