jueves, 26 de enero de 2012

Se estremece el viento y gime
y eleva en brava porfía las plegarias.

Arrastra en su ser dócil y altanero
los perjuicios de tus labios, hijo de Adán
aun es tuyo el dolor, porque yo no lo soy.
Y esta mi decisión es mi lauro más sagrado
es mi riqueza y mi certidumbre de hallarme
    y saberme y conocerme.

Y el viento me arrulla en su canto
y tu voz es un eco lejano que se pierde
    y eso te mata.
Sabes que otros besos te han dado muerte
sabes y lo sé y ella también y ellos también
    y te imbuye al delirio.
Mas el viento cesa su canto de ángel
y tu cara de ciervo dócil de esfinge muerta
con tus dudas llanas y tu corta respuesta
tus ojos impávidos ante una verdad parca.

Asume la muerte del viento
y en el silencio de la noche:
nunca fui tuyo y nunca lo seré
y dulce hiel o amargo néctar
tendrás por respuesta
a tus dudas llanas
a tus erradas injurias
hijo de Adán.

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