miércoles, 8 de febrero de 2012

Algún día, quizás.


Algún día, quizás, deje de traerte
a mis recuerdos a mis poemas.
Algún día, tal vez, se pierda el aroma
de tus carnes o el brillo de tus ojos
o el ruido de tus palabras o la agonía
aquel cruel estertor de tu silencio.
Algún día, quizás, la mar deje de bramar
de arrullarme con sus ojos azules
de invitarme a sus brazos de cielo.
Quizás, tal vez, algún día dejes de huir
como la sombra huye del alba
como el viento le escapa al verano.
Quizás, el algún momento, te vuelva a recordar
hundida en flores, en marismas doradas.
Quizá lo haga, y vuelva a sufrir.
O quizá, deje de traerte a mis poemas
a enlazarte tu nombre con las flores
a unir tus sonidos con las piedras
o a mezclar tu esencia con la muerte.
Algún día, quizás, arranque tu néctar de mis huesos.
Pero sobre todo, quizás, en algún nítido momento
el mar me tome en su lecho
e inunde tu recuerdo con su olor a salitre
y quizás, así, con mi muerte, te olvide.

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