miércoles, 1 de febrero de 2012

La Aldea

"Los altos quieren quedarse donde están;
 los medianos quieren arrebatarle su puesto a los altos;
 los bajos quieren abolir todas las distinciones y
crear una sociedad en la que todos sean iguales"
George Orwell
-1984-

            Mi abuelo de joven trabajaba en los barcos, como mecánico, arreglando motores y cosas por el estilo. Como es de suponer, un día el barco tuvo que emprender un viaje y necesitaba llevar a su mecánico por precaución.
            Era por los años cuarenta cuando mi abuelo zarpó con rumbo al África. Estuvo allí casi un mes.
            Cuando yo era pequeño y no lograba conseguir el sueño, él me contaba esta historia:

            Al parecer en el corazón del África había una guerra tribal, fruto de las malas disposiciones del hombre (geográficas, morales, territoriales, etc.), y las aldeas Maruk, Smirú y Mediú vivían en continua puja por el poder. Los Maruk eran orfebres, trabajadores de la tierra, pescadores, y recolectores de fruta. Los Mediú eran una sociedad mixta: trabajadores y holgazanes. Por el contrario los Smirú se dedicaban a robar lo que los Maruk y los Mediú cultivaban.
            Sus comportamientos no eran las únicas diferencias. Mi abuelo algunas veces me puntualizaba que los Maruk eran pigmeos (dado a que trabajaban a toda hora), los Mediú eran de altura normal y los Smirú llegaban a los dos metros y medio (ya que el robar y enajenar les exigía un gran estado físico y esto los hacía proclives a crecer más de lo que nosotros estamos acostumbrados).
            Cuenta la historia de mi abuelo, que un día los Smirú, sedientos de riquezas, decidieron también robar a los Mediú. El jefe tribal de los Mediú soportó los tres primeros robos, luego comenzó a sentirse ofendido, y supo que había que recurrir a un antiguo enemigo de los Smirú: la tribu Maruk. Así pues, el jefe de los Mediú, partió con su consejo de ancianos en busca de la clemencia y ayuda del pueblo de los pigmeos. Kar’al, el jefe tribal de los Maruk,  dijo que ayudaría, pero no porque sintiese misericordia de los Mediú, sino porque ellos establecerían el control sobre Los Altos (como llamaban a los Smirú).
            Comenzaba el invierno y los Maruk tenían hambre y no tenían nada para comer puesto que los Smirú se los habían robado. Tomaron sus lanzas, sus arcos y flechas y dieron comienzo a la revolución. Marcharon durante tres días y tres noches hasta llegar a la aldea de los Mediú. Kar’al encabezaba las filas de un fornido ejército que contaba con más de 170 pigmeos. Les dijo a Los Medianos que partirían al amanecer y que someterían a los Smirú a su aldea, que establecería el control total sobre ellos, pronunciándose sobre ellos. Los Mediú dieron lugar a la peor de sus decisiones cuando pusieron 100 de sus hombres en las filas de los pigmeos.
            Al anochecer del día siguiente, tambores sonando en la espesura de la noche, avisaban la llegada de los pigmeos y los medianos. Tan pronto como llegaron los pigmeos a tierras Smirú comenzaron los incendios y las muertes. La familia del jefe Smirú murió tan pronto fue encontrada, en cambio el jefe fue descuartizado al amanecer. Aquella noche los ríos se tiñeron de carmesí por la sangre derramada.
            La noticia de tan cruel masacre llegó a oídos del capitán del barco de mi abuelo. Zarparon por miedo a que algo le pasase a su tripulación.

            Hace algunos meses rememoraba esta historia y decidí viajar al África, para ver qué es lo que había pasado. Esta semana llegué al aeropuerto de Sudáfrica, país que todavía no termina de pagar los gastos del futbol. Hoy a la mañana tuve la oportunidad de encontrar alguien que hable una suerte de spanglish. Un guía aceptó llevarme a Aora, que luego de la revolución de los Maruk, se había convertido en el centro de las tres grandes aldeas, ahora una ciudad por demás próspera.
            Al caer la tardé nos encontramos con unos amigos del guía, que serían según me dijo, quienes responderían mis dudas. El guía tradujo mis pobres dudas a sus amigos. Ellos me dijeron:
 -Luego de la Revolución de los Pigmeos pasaron cinco años de prosperidad y gozo, teniendo a ambas tribus subyugados a ellos, obligando a que todos sean iguales. Luego decidieron unir las tres aldeas y dejar a un descendiente de los Smirú como líder de las aldeas unidas.
 -¿Pero ellos no habían luchado por someter a los Smirú?- increpé completamente sorprendido.
 -Sí, pero se dieron cuenta que en otro momento las desigualdades fueron necesarias, y que fueron ellas las que forjaron la sociedad. Se dieron cuenta que las diferencias entre ellos no solo eran inevitables sino deseables y necesarias. Todo tipo de civilización moderna, necesitaba estratos. Al entenderlo devolvieron su lugar a los Smirú y volvieron a trabajar los campos y la madera.
           
            A la semana volví a mi casa con un amargo resabio en la boca.

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