miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ave


“Llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.”
Alejandra Pizarnik
-Peregrinaje-

            Un paso lento. Las olas arremetían feroces, furiosas, implacables. Aquellas olas, nacidas en el mismo averno, darían cobijo a su quinceañero cuerpo.
            El viento recoge su lamento. Ana avanza lentamente. Observa las olas, y piensa.
            Las olas la llaman. Le prometen amor, le prometen cariño. Dios se ha compadecido de Ana.
            Las gaviotas vuelan, altivas, despreocupadas; mas aquí en la tierra Ana implora por misericordia para su alma. Se estremece, da otros pasos. Escucha las olas. El vestido ya no será el que use para su fiesta.
            El cielo, nublado, reclama el cuerpo de aquel ángel. Ana salta, y cae.
            Aquella flor se destrozó en espumas perladas mientras sus padres se preguntaban dónde estaba el vestido.

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