sábado, 24 de septiembre de 2011

Prometeo


Sufre, encadenado, que no hay nada más terrible que sufrir y no poder hacer nada.
            Llora, hombre. Llora y desahoga tu pesar. Llora y limpia tu alma con lágrimas. Llora que no hay nada más puro que llorar.
            Has de pagar por tu pecado de amar, quieto y encadenado. Sin moverte, sin saber el por qué de tal dolor. Sufre, inmóvil.
            Y mira tras de ti todo lo que has creado, increíble hombre. Imperios de fe, ilusión y pensamiento. Pero lo puedes ver y no tocar, porque ese será tu sufrimiento.
            Y saber que existe, saber que está, y no saber por qué se sufre. No saber cuál fue tu castigo. No saber el cómo, ni el cuándo. No saber el por qué.
            Solo sabés que has pecado, por amor y valentía.  Ahora, sufre. Sufre, atado, de pies y manos. Sufre, atado, de voluntad y pensamiento.
            Ya llegaran tiempos mejores, sabés que vendrán. Sabés que existe tu salvador, que cortará las cadenas. Sabés que más allá del ocaso, del alba y la noche, te espera la paz.
            Mas ahora, sufre y paga por los pecados que no pecaste. Mas ahora llora y paga, con tu carne, el dolor de tu atrevimiento. Por dar conocimiento. Por dar fuego y luz.

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