miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cartas perdidas



            Querido Edward:
      Me quedé meditando acerca de tu última carta.
      Yo también, en noches donde el sueño escapó de mi poder, me detuve a pensar quiénes me acompañaban. Suerte tuve de contemplar quiénes eran. Me di cuenta, que por momentos sus figuras oscilaban entre hermanas, confidentes de todo, entre madres, que sin miedo reprimen, o de tía, que siempre busca una salida para ayudarme. La suerte, es que siempre sus figuras rondaban en aspectos familiares.
       No recuerdo el momento exacto cuando dejaron de ser compañeras, para ser amigas. Ni tampoco el momento en que dejaron de ser amigas para saltar a ser hermanas. Lo único que podría decirte, Edward, es que sé que las tengo y que las amo. Y aunque por momentos deseen matarme, sé que al rato me perdonarán.
      
       Este camino no quiero transitarlo solo (no creo que haya alguien que quiera hacerlo). Tampoco quiero transitarlo sin ellas.
       No hace mucho, apareció alguien, que nos es del agrado de ellas. Para ser honesto, me causa gracia. Edward, deberías ver sus esfuerzos por disuadirme de que esa persona no es ideal. Sus esfuerzos, que cuando más empeño le ponen, más obvio es su celos, y, por consiguiente, más inmensa es la ternura que les guardo.
       Con sus errores y sus aciertos, con sus gritos y sus malhumores, ellas son así. Y así las quiero. Corrijo, las amo.

Me alegra que por fin te hayas animado a crear un blog.

Mis más sinceros cariños
J. Ignacio

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